Replica a Casey
Un ensayo de Leo Casey est� circulando en internet titulado El Insoportable testigo de los Argumentos de Chomsky que refiere las interacciones de Chomsky con Hitchens (Chomsky, et. al. Replica a Hitchens). Esta es la replica que Chomsky dirige a los comentarios de Casey.
La declaraci�n de Casey merece una cuidadosa lectura y es una contribuci�n �til. Nos ofrece algunas bienvenidas oportunidades para entresacar m�s informaci�n sobre los terribles cr�menes que esta tratando de ocultar, y al mismo tiempo, nos ayuda a entender actitudes y t�cnicas de apologistas de cr�menes en los cuales comparten responsabilidad, un asunto con importantes consecuencias en el pa�s m�s rico y poderoso del mundo.
Primero, vamos a clarificar algunos de los
detritos que Casey esparce en su esfuerzo para oscurecer los temas centrales. Para comenzar, recordar mi reclamaci�n que inici� estos interesantes intercambios, en los cuales Casey nos ofrece su curiosa par�frasis. La reclamaci�n consta de una sola frase, en una respuesta compuesta a las preguntas de periodistas, observando que el peaje del "horrendo crimen" cometido el 11 de Sept. con " malicia y asombrosa crueldad" puede ser comparable a las consecuencias del bombardeo de Sud�n ordenado por Clinton en Agosto de 1998. La conclusi�n plausible puede ser chocante para aqu�llos quienes han sido bien entrenados para considerar sus cr�menes contra el d�bil tan normal como el aire que respiran. Pero como en otros innumerables casos, el cuadro se presenta diferente al otro lado de los ca�ones.El doctor Idris Eltayeb, uno del pu�ado de farmac�logos del Sud�n y presidente del consejo de administraci�n de la factor�a farmac�utica destruida por los misiles Americanos, dice que ese crimen "fue tan acto de terrorismo como el de las torres gemelas- la �nica diferencia es que sabemos qui�n lo hizo. Me siento muy triste por la p�rdida de vidas [en Nueva York y Washington], pero en t�rminos de n�meros, y el coste relativo para un pa�s pobre, [el bombardeo de Sud�n] fue peor" (James Astill, Guardian, Oct. 2, 2001).
Desgraciadamente, puede tener raz�n, incluso si no tomamos en cuenta "el coste pol�tico para un pa�s luchando para emerger de una dictadura militar totalitaria, un Islamismo ruinoso y una larga guerra civil" antes del ataque con misiles, el cual "de la noche a la ma�ana [sumi� a Kartum] en una pesadilla de extremismo impotente del que hab�a estado tratando de escapar" (Astill)
Estos costes pol�ticos pueden haber sido a�n m�s da�inos para Sud�n que la destrucci�n de sus "fr�giles servicios m�dicos," Astill concluye tres a�os despu�s del ataque, confirmando el juicio razonado del corresponsal del Financial Times, Mark Huband el cual Casey trata constantemente de evitar y, absurdamente, me atribuye a m�. Hubo tambi�n un coste para Estados Unidos, el cual no discut�, pero que en este preciso momento tiene gran significancia. Vamos a comenzar con la
interpretaci�n de Casey para retornar despu�s a los hechos.Casey escribe:"Chomsky nos informa que el bombardeo de la f�brica llev� a la interrupci�n de 'compromisos' que podr�an haber acabado con d�cadas de una vieja guerra civil entre 'bandos combatientes' del Sud�n la sugesti�n de Chomsky de que el gobierno Sudan�s ten�a un profundo deseo de moverse hacia la moderaci�n y contra el terrorismo es lo m�s asombroso de su extra�a y pobre coordinaci�n," dada la decisi�n de la administraci�n Bush de incluir a Sud�n en su coalici�n. M�s precisamente, porque Washington ha acordado finalmente aceptar las ofertas ofrecidas por Sud�n desde hace tiempo de proveer informaci�n crucial sobre las redes terroristas y perseguir a los operativos de bin Laden implicados en actos terroristas contra Estados Unidos.
Pongamos a un lado las fabricaciones infantiles y los vuelos de la imaginaci�n sobre el art�culo del Financial Times que cit� con precisi�n y sin omisiones relevantes. M�s importante es el hecho de que con una consistencia sin fallos, Casey de nuevo tiene la historia exactamente puesta del rev�s.
Justo antes del ataque, Sud�n detuvo a dos sospechosos de bombardear las embajadas Americanas, notific�ndolo a Washington, seg�n confirmaron fuentes oficiales. Pero los Estados Unidos rechaz� la oferta de cooperaci�n Sudanesa, y tras el bombardeo Sud�n "airadamente liber�" a los sospechosos (James Risen, NYT, July 30, 1999), identificados como operativos de bin Laden. Recientemente memor�ndums filtrados desde el FBI a�aden otra raz�n al por qu� Sud�n "airadamente liber�" a los socios de bin Laden. Los memor�ndums confirman que el FBI deseaba la extradici�n de los sospechosos, pero el Departamento de Estado rehus�. Un "alto oficial de la CIA" ahora describe �ste y otros rechazos a las ofertas de cooperaci�n Sudanesas como "el peor fallo de inteligencia en todo este terrible asunto [ el 11 de Septiembre]. �sta es ahora la clave de todo esto," dada la voluminosa evidencia sobre bin Laden que Sud�n ofreci� producir, ofertas que fueron rechazadas repetidamente por "el odio irracional" de la administraci�n hacia Sud�n, seg�n los informes del alto oficial de la CIA.
En las ofertas rechazadas de Sud�n hab�a "una vasta base de datos sobre Osama bin Laden y m�s de 200 l�deres de su red terrorista de al-Qaeda durante los a�os que llevaron finalmente a los ataques el 11 de Septiembre." Se ofrecieron a Washington " grandes ficheros, con fotograf�as y detalladas biograf�as de muchos de sus principales cuadrillas, e informaci�n vital sobre los intereses financieros de al-Qaeda en diferentes partes del mundo," pero se rechaz� aceptar dicha informaci�n, debido a ese "odio irracional" del objetivo de su ataque con misiles. "Es razonable decir que habiendo tenido estos datos podr�amos haber tenido una mejor oportunidad de prevenir los ataques" del 11 de Septiembre, concluye el mismo oficial de la CIA.
(David Rose, Observer, Sept. 30, en un reportaje de investigaci�n en Observer ).
Volviendo a los detritos de Casey, consideremos su afirmaci�n de "Noam Chomsky se apresura a acusar a su adversario de "desprecio racista" por las v�ctimas Africanas del terrorismo, de una insensible negativa a reconocer su misma existencia." Cualquiera con un m�nimo de conocimiento puede determinar instant�neamente que yo sin ambig�edad y expl�citamente dije precisamente lo contrario: que el "adversario" es claramente no racista, y por lo tanto no se refer�a a lo que sus palabras implican: llam�moslo, el "desprecio racista" que las palabras de Casey de hecho expresan. El resto es una harenga irrelevante, que ignorar�, incluidas las repetidas invenciones(que yo me refer� a "cientos de miles de muertes" de Sudaneses, etc.)
Algo se puede aprender, sin embargo, mirando de cerca de las t�cnicas de Casey para evadir los cr�menes por los cuales �l y todos nosotros compartimos responsabilidades. En respuesta a la aparente poca familiaridad con las consecuencias del crimen en el Sud�n, acot� algunos pasajes prominentes de los peri�dicos m�s importantes, en un caso el titular de la historia en primera p�gina -- no como un "argumento de autoridad," como Casey pretende, sino para ilustrar la clase de informaci�n disponible a cualquiera con la suficiente preocupaci�n para prestar atenci�n. En todos los casos, excepto uno, todos los escritores eran respetados periodistas, cuyos nombres cit� parcialmente: Ed Vulliamy, Henry McDonald, Shyam Bhatia, Martin Bright, Patrick Wintour (London Observer), Mark Huband (Financial Times).
Comparen con la interpretaci�n de Casey. El otro ejemplo era el m�s importante, dada la gran credibilidad de la fuente: el art�culo de aniversario en la secci�n Focus del Boston Globe escrito por Jonathan Belke, a qui�n Casey rechaza por ser un mero "empleado" de la Fundaci�n Oriente Pr�ximo que est� "viviendo y trabajando en El Cairo"; qu� rid�culo. Como Casey sabe de su b�squeda a trav�s de Internet, Belke es un director de programas regionales de la Fundaci�n, y escribe sobre la base de su experiencia de campo en el Sud�n, por lo cual cit� extensamente sus conclusiones. La Fundaci�n es una respetada instituci�n para el desarrollo que data de la Primera Guerra Mundial. Proporciona asistencia t�cnica a pa�ses pobres en Oriente Medio y �frica, enfatizando proyectos de desarrollo b�sicos llevados por gente local, y opera en estrecha conexi�n con importantes universidades, organizaciones de caridad, y el Departamento de Estado, incluyendo diplom�ticos bien conocidos como Richard Murphy y John Badeau, el embajador de JFK en Egipto, qui�n encabez� la fundaci�n durante muchos a�os, entre otras figuras prominentes en asuntos de educaci�n y desarrollo en Oriente Pr�ximo
Que el director de programas regionales viva en Egipto, en lugar de hacerlo en Nueva York, no parece del todo irracional, al contrario de la extra�a perspectiva de Casey. No me tom� el espacio para mencionar todo esto, pero me alegra hacerlo ahora para sacar a relucir claramente la significancia de los comentarios de Belke. Los mismos hechos ayudan a ilustrar la naturaleza de la evasi�n de Casey de su responsabilidad por los cr�menes.
Para repetir, las citaciones no eran un "argumento de autoridad" -- aunque �se es el caso particular de Belke -- sino un ejemplo de la informaci�n f�cilmente disponible a cualquiera que le importe; informaci�n, dicho sea de paso, que Casey no cuestiona. Por ejemplo, da mucha importancia al hecho que el 50% es diferente del 90%, una contradicci�n -- excepto que no hay contradicci�n cuando un eminente especialista (Belke) dice que el 50% de los productos y el 90% de los "productos importantes" fueron destruidos. Y como es evidente sin comentario, todas son vagas estimaciones, por una simple raz�n: Belke, qui�n trabaj� en la escena, es uno de los pocos que investig�. La situaci�n hubiera sido diferente, no hay que decirlo, si criminales y v�ctimas hubieran estado intercambiados en lugar de conformarse al cl�sico modelo de la historia de Europa y sus ramificaciones durante cientos de a�os.
Descartando sin m�s comentario las fabricaciones e incursiones de Casey en otros temas -- temas que son dignos de una seria revisi�n, pero que son totalmente irrelevantes aqu� -- consideren una analog�a bastante directa: simplemente pregunten cu�l hubiera sido la reacci�n si la red de bin Laden de un solo golpe hubiera destruido la mitad de " las medicinas baratas para humanos y todas las medicinas locales veterinarias disponibles... y el 90% de los productos farmac�uticos importantes" de, digamos, Israel o los Estados Unidos, as� como la �nica factor�a que podr�a reponerlos. Y supongan tambi�n que la v�ctima estuviera bajo severas sanciones que " la imposibilitan para importar la cantidad adecuada de medicinas requeridas para cubrir el serio vac�o dejado por la destrucci�n de la planta" de manera que un a�o despu�s del bombardeo "contin�a la privaci�n de la gente del Sud�n de las medicinas que necesitan" (Belke), una "tragedia para las comunidades que necesitan esas medicinas" -- digamos, la mayor parte de la poblaci�n -- de acuerdo con el titular de la historia escrita por varios autores en el Observer, citando al director t�cnico con un conocimiento "�ntimo" de la planta.
Supongan tambi�n que el citado especialista en desarrollo concluye de su propia experiencia directa de campo que el bombardeo "trajo todo un nuevo significado a la frase "cr�menes contra la humanidad'."
Y supongan que a�adimos tambi�n la apropiada asociaci�n a la confirmaci�n nuevamente emitida que un observador interesado podr�a haber supuesto: La instalaci�n de Al-Shifa destruida durante el ataque de misiles de los Estados Unidos era "la �nica produciendo drogas para la tuberculosis - para m�s de 100000 pacientes, con un coste de una libra al mes. Versiones importadas m�s costosas no son una opci�n para muchos de ellos - o sus maridos, esposas e hijos, quienes habr�n sido infectados desde entonces. Al-Shifa era tambi�n la �nica f�brica produciendo drogas veterinarias en este vasto pa�s, mayormente pastoril. Su especialidad eran drogas para matar los par�sitos que pasan de los reba�os a los pastores, una de las principales causas de mortalidad infantil en Sud�n" (Astill)
El terrible n�mero de v�ctimas de nuestros cr�menes se incrementa todav�a m�s -- al menos, si queremos aplicarnos el criterio que esgrimimos con gran ostentaci�n moralista cuando nos profesamos ultrajados sobre los cr�menes de otros.
Si este chocante crimen hubiera alcanzado a los Estados Unidos o a alguno de sus aliados, �ser�a la reacci�n descartarlo como un asunto sin consecuencias, incluso sin la sola estimaci�n disponible, por el m�s informado comentador, que un a�o m�s tarde (corrigiendo para el tama�o de la poblaci�n) cientos de miles --"muchos de ellos ni�os -- han sufrido y muerto" de enfermedades que hubieran sido f�cilmente tratables si medicinas esenciales para enfermedades ya extendidas no hubieran sido destruidas, y que no pueden ser repuestas por la destrucci�n de las instalaciones, las duras sanciones, y el rechazo a proveer una m�sera ayuda? �Hubiera sido �sa la reacci�n?
Considerando esta cuesti�n, podemos preguntar si Casey est� en efecto expresando "desprecio racista" por las v�ctimas. Yo no sugerir� una respuesta, por una raz�n, porque las actitudes de una sola persona son de poca importancia. Lo que es mucho m�s importante es la naturaleza de esos "cr�menes contra la humanidad," la reacci�n a ellos -- nuestros cr�menes: "como contribuyentes, por no proveer reparaciones masivas, por garantizar refugio e inmunidad a los autores, y por permitir que los terribles hechos se hundan tan profundos en el agujero de la memoria que algunos, al menos, parecen no darse cuenta de ellos"(acotado de mi respuesta a las vituperaciones iniciales).
Diversos puntos que Casey hace son, sin embargo, correctos. Uno es que yo no di "ninguna prueba espec�fica o evidencias estad�sticas de esas decenas o cientos de miles de muertes sobre las que especular." Por parafrasear sin el consistente manto, la experta fuente que cit� no provey� pruebas espec�ficas o evidencias estad�sticas que soporten su estimaci�n de " decenas de miles de personas -- muchas de ellas cr�os -- han sufrido y muerto de malaria, tuberculosis, y otras enfermedades tratables." Eso es verdad; �l no lo hizo. No hay estad�sticas detalladas. La tasa real es "desconocida," como resalt� desde el principio. Y Casey seguramente entiende la raz�n : no ha habido una investigaci�n seria, de nuevo, a diferencia de lo que hubiera ocurrido si las v�ctimas fueran gente que importan, un hecho que dice mucho sobre nosotros mismos. Casey est� tambi�n en lo cierto cuando dice que los n�meros generales dados por la WHO y otros no detectan las consecuencias. La raz�n, como �l seguramente sabe, es que los datos son desesperanzadamente imprecisos, e incluso si muchos m�s de los que Belke estima han muerto durante el primer a�o, el hecho probablemente no aparecer�a en unas toscas investigaciones.
Podemos recalcar que no son Israel o los Estados Unidos. Es "una de las �reas menos desarrolladas en el mundo. Su clima severo, su poblaci�n dispersa, riesgos de salud y falta de infraestructuras se combinan para hacer la vida de muchos Sudaneses una lucha por la supervivencia"; un pa�s con malaria end�mica, tuberculosis y otras muchas enfermedades, donde "peri�dicos brotes de meningitis o c�lera no son raros," de forma que medicinas baratas son de extrema necesidad (Jonathan Belke y Kamal El-Faki, reportes t�cnicos de campo para la Fundaci�n Oriente Pr�ximo).
Sud�n es, adem�s, un pa�s con limitadas �reas cultivables, cr�nica falta de agua potable, enormes tasas de mortalidad, destrozada por el SIDA, con una deuda inservible, una viciosa y destructiva guerra civil, poca industria, y bajo severas sanciones. Lo que est� ocurriendo dentro del pa�s es mayormente especulaci�n, incluyendo (plausiblemente) la estimaci�n de Belke que en un a�o decenas de miles han sufrido y muerto como resultado de la destrucci�n de la mayor instalaci�n para producir drogas baratas y medicinas veterinarias, el equivalente a cientos de miles en los Estados Unidos.
Esto parece dejar exhausto cualquier cosa que merece comentario. Recordar de nuevo que esta furiosa y casi enteramente irrelevante reacci�n fue provocada por la observaci�n hecha en una frase en una respuesta compartida a preguntas de periodistas, se�alando que el n�mero de v�ctimas de un simple incidente de estado de los Estados Unidos puede ser comparable al "horrendo crimen" del 11 de Septiembre; posiblemente un eufemismo. Tambi�n se�al� que este es un ejemplo menor de nuestros propios cr�menes, a diferencia de " casos mucho peores, que f�cilmente vienen a la mente," algunos de los cuales son indiscutibles a la luz de las conclusiones de las m�s altas autoridades internacionales.
No tenemos que mirar muy lejos. Los titulares de hoy bastan. Mientras malgastamos el tiempo en esfuerzos pat�ticos para evadir pasados cr�menes, podr�amos preguntarnos cu�ntos miserables Afganos han muerto ya desde el 11 de Septiembre, huyendo del terror de los anunciados bombardeos y ataques de la Alianza del Norte, que hab�a aterrorizado a gran parte del pa�s diez a�os atr�s cuando " quemaron y devastaron [Kabul] mucho m�s...que lo fue nunca por tropas Sovi�ticas"(Robert Marquand and Scott Baldauf, historia de portada, Christian Science Monitor, citando "expertos").
Durante las �ltimas semanas los refugiados han estado escapando de la agon�a hacia los bordes que hab�an sido sellados tras las repetidas demandas de los Estados Unidos, como el NY Times y otros han estado anunciando desde el 16 de Septiembre, mientras los pocos trabajadores humanitarios fueron retirados bajo las mismas amenazas, seg�n informan. �Cu�l es actualmente la tasa m�s probable? En los campos a lo largo de la frontera, donde hay algunos trabajadores humanitarios y reporteros evacuados, las escenas descritas son suficientemente espantosas. Pero esos son los afortunados, los pocos que fueron capaces de escapar -- y quienes expresan sus esperanzas de que "incluso lo crueles Americanos deben sentir alguna pena por nuestro arruinado pa�s," y cesen en este silencioso genocidio (Boston Globe, 27 de sept., p. 1). Observadores competentes temen que dentro de los bordes sellados, el resultado en la pr�ximas semanas pueda ser catastr�fico. No ha habido nada para prevenir el masivo lanzamiento desde el aire de comida a la miserable gente buscando escapar de nuestras amenazas y al terror de los Talibanes y la Alianza del Norte- Americana-Sovi�tica-Iran�. Si no se ha hecho, no tenemos a nadie que culpar sino nosotros mismos.
El caso de Sud�n, mucho m�s suave en comparaci�n, es importante no s�lo por la apropiada escala sino tambi�n por la indiferencia casual a las terribles consecuencias de nuestros cr�menes, revelados por la falta de investigaci�n, y las instructivas reacciones cuando surgi� el asunto -- todo lo que importa es de gran significancia humana, ahora como en el pasado.
Noten que el motivo del crimen de Sud�n, cualquiera que puedan haber sido, son de una total y completa irrelevancia en contexto, meramente otra evasi�n de los hechos cruciales: el crimen mismo, y la falta de preocupaci�n, en contraste dram�tico con cualquier otro remotamente comparable que pueda haber golpeado al rico y poderoso. Todo esto merece una reflexi�n cuidadosa, incluso sin traer las consecuencias a largo plazo discutidas por el Financial Times y en retrospectiva, el actual an�lisis en Guardian.
Tal reflexi�n proporciona una perspicacia considerable sobre los valores que son operativos, y no meramente profesados cuando es conveniente. Y noten por simple l�gica, las conclusiones recogidas, con insensible exactitud, cualesquiera que puedan ser los resultados de una �ltima pregunta sobre el "crimen contra la humanidad" en el Sud�n, si ello es incluso concebible en este momento.
Noam Chomsky